Zarzas ardientes.
27/09
Tal vez esté pensando para sí: ¿Por qué necesito a Cristo? ¿Por qué no puedo llegar hasta Dios a mi propia manera? Tal vez hayas recibido a Cristo como salvador personal pero no hay zarzas ardientes en su vida.
“Apacentando Moisés las ovejas de Jetro su suegro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas a través del desierto, y llegó hasta Horeb, monte de Dios. Y se le apareció el ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza, y él miró, y vió que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía…viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí…” Este hecho se convirtió en una experiencia de adoración para Moisés que cambió el destino de toda una nación.
Mientras cuidaba las ovejas en una región desértica, Moisés ve una zarza que arde sin consumirse. Dios le habla a Moisés en medio de ella haciéndole saber que él conocía bien toda la situación de su pueblo y tenia planes con su vida. Hoy las personas no se encuentran con Dios por medio de zarzas ardientes; sin embargo, al igual que Moisés, todo aquel que se encuentra con Dios tiene un momento especial, único y personal que les lleva a una respuesta personal y que profundiza su relación con Dios. La zarza ardiente era un símbolo de la presencia misma de Dios con un hombre que hasta ese momento no tenía otra meta que apacentar ovejas ajenas; fue necesario este encuentro, este tiempo de adoración especial que transforma, que cambia, que direcciona y que pone en marcha.
Jesus dijo: “Yo soy el camino y la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6). No podemos tener comunión con Dios, no podemos tener un momento de adoración sino sólo por medio de Jesucristo. No hay otra zarza ardiente fuera de Jesucristo, y él se presenta al hombre en el momento justo con un plan y un diseño especial y único para nuestras vidas. Puede darse en cualquier lugar porque Dios está en todas partes. Esa será tu zarza ardiente y tu tiempo de adoración.