Ninguna condenación.
18/06
En el libro de Romanos 8:1 dice así la palabra de Dios: “Ahora pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.” Recuerdo el rostro del anciano; pues tenía una expresión de desesperación. Mientras los pasajeros estaban sentados, él batallaba en su fragilidad por acomodarse en el ómnibus. El conductor no esperó a que se sentara, y el movimiento del ómnibus hizo su acomodo mas difícil. Por un momento nos miró con ojos suplicantes, pero aparentamos no verle. Yo era un adolescente. Los adultos deben ayudarle, no yo, pensé. Sin embargo, a diferencia de otras personas, yo lo conocía. El señor Green me daba una goma de mascar cada domingo cuando yo era niño. Había estado sin verlo por tantos años que aparenté no conocerlo. Tuvo que llegar a su asiento por sí mismo. Cuando supe de su muerte sólo cuatro meses después, sentí un profundo sentimiento de culpa. Me sentí como un traidor. En una conversación poco después, un hermano en Cristo percibió mi sentimiento de culpa y me recordó algo: Dios ya me había perdonado. Pero yo no había aceptado su perdón. Cuando lo hice, me sentí transformado. Ya no estaba paralizado; sentí el poder de Cristo como nunca antes, el poder para obrar por el bien de otras personas. Podemos equivocarnos muchas veces en nla vida, podemos pecar (errar al blanco) por acción u omisión, si tenemos la suficiente humildad para reconocer que nos equivocamos, que tomamos malas decisiones, que le fallamos a Dios y le pedimos perdón de todo nuestro corazón y nos arrepentimos de ello; fiel es Dios para perdonar todos nuestros pecados y librarnos de todo mal. También es necesario tener la suficiente entereza como para aprender a perdonarnos a nosotros mismos por nuestros errores, sabemos que Dios no nos condena, entonces no debemos condenarnos a nosotros mismos.