No son los actos, son las actitudes
26/05
Sentía mi corazón apretarse ante el relato de mi amiga. Ella contaba cómo 14 años atrás, dos personas la habían acusado de estar involucrada en un hecho en que ella no participó. Aún después de todos esos años, ella no se había liberado de aquel resentimiento. Como mi amiga era una persona activa en la iglesia, me costaba creer lo que escuchaba. Su historia me hizo pesnar en cuan a menudo catalogamos a las personas por su comportamiento. Una persona pued parecer muy fervorosa pero estar llena de resentimientos; o por el contrario, ser muy poco participativa y tener una relación íntima con Dios. Nadie lo sabe excepto Dios, que conoce lo más intimo de nuestros corazones. Como cristianos, estamos llamados a vivir con integridad. Hace algunos años que tomé la decisión de seguir a Jesucristo. Eso me compromete a hablar y actuar de manera que mi vida pueda darle Gloria a Dios. Sé que no es fácil lidiar con mi pecado, pero con la ayuda de Dios y mi determinación a cambiar, espero librarme de todo aquello que no le agrade, de modo que pueda madurar en mi fe.
En el libro de San Mateo 18:21-35 leemos así: “ Entonces Pedro se le acercó y le dijo: Señor, ¿Cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mi? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aún hasta setenta veces siete. Por lo cual el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quizo hacer cuentas con sus siervos. Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. A éste, como no pudo pagar, ordeno su Señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda. Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba diciendo: Señor, ten paciencia conmigo; y yo te lo pagaré todo. El Señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. Pero saliendo aquel siervo, hallo a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagará todo. Mas él no quizo, sino que fue y le echo en la cárcel, hasta que pagase la deuda. Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado. Entonces llamándole a su Señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné porque me rogaste. ¿No debías tu también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? Entonces su Señor enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonais de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.