un amor indetenible
25/05
Hay una historia que ilustra el amor que demuestran las madres cuando ven a sus hijos en una posición de peligro. Se trata de una madre que hizo con sus zapatos lo que no pudo hacer su hijo con los puños. Su hijo estaba perdiendo un combate de boxeo por paliza. Varias veces había ido al piso con conteo de protección. En uno de los asaltos, su contendor le había arrinconado y le estaba propinando una gran golpiza, cuando de repente salió una pequeña mujer de las últimas filas, quien se las arregló para pasar entre los guardias de seguridad y subir al ring con zapato en mano. Y antes que nadie reaccionara, aquella diminuta madre golpeó repetidas veces con el zapato al oponente de su hijo, abriéndole una brecha en la cabeza que necesitó de atención médica, dejándole sin ganas de seguir boxeando. El contrincante salió del ring, y los jueces le dieron como perdedor por abandono de la pelea. ¡El hijo ganó la pelea ayudado por la madre! ¿Fue eso justo? ¡No! Pero aquella madre no pudo aguantar más el castigo que le estaban dando a su hijo, de modo que se sintió llamada a realizar algo. Esto nos hace ver que el amor de una madre es indetenible cuando ve a su hijo en una condición de enfermedad o peligro.La historia de la mujer cananea, presentada por San Mateo 15:21-28, es digna de ser colocada en la galería de los hombres y mujeres de fe. Su indetenible amor por la condición en que vivía su hija no fue desanimado, ni siquiera por el mismo Jesús; quien no le respondio palabra ante el clamor de ¡Hijo de David, ten misericordia de mi! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio! Tampoco fue desanimada por las palabras de los propios discípulos cuando le rogaron a Jesus diciendo: Despidela pues da voces tras nosotros. Ella es un ejemplo en la Biblia para todas las edades y religiones. Nos recuerda que el amor de madre está lleno de intrepidez, de determinación, de pruebas… logrando al final sus objetivos. El amor de una madre es capaz de hacer suyo el sufrimiento del que ama; ella declara en el verso 22: ten misericordia de mi, mi hija es gravemente atormentada. Y en el verso 25 dice la palabra de Dios que la mujer se postra ante Jesús diciéndole: ¡Señor socorreme! Ella no solo había oído hablar de Jesús y su poder, sino que descubrió que él era también era el Mesías. Descubrió que sólo el Hijo de David podía tener de ella misericordia, que ese hombre tenía el poder para traer a su hija a un estado de paz. Aunque fue una mujer gentil, despreciada por el pueblo de Israel, tenía la esperanza en el Mesías. Y esa esperanza no fue defraudada porque aunque Jesus le respondiera que no estaba bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos, sin embargo, el reconocerse indigna pero necesitada le valio la alabanza del Jesus a su gran fe concediéndole la gracia que tanto anhelaba. Una madre nunca estará tranquila mientras tenga a un hijo pasando por alguna tribulación. Su corazón no puede permanecer indiferente cuando sabe que el fruto de su vientre se queja, llora o gime por algún pesar. Las fibras de su ser se conmueven cuando están en presencia de la impotencia, al no poder hacer algo más para aliviar la pena del ser que ama.Y esto es así porque el corazón de una madre va más allá de una simple lástima. El de ella no es sólo un amor compasivo. Su amor salta de las palabras y se pone en acción, hasta lograr sus propósitos.