La cigarra
18/05
Asi como la cigarra, muchos en el mundo están luchando con todas sus fuerzas, intentando levantarse de donde cayeron, pero por mas que giran desesperadamente sobre si mismos, no logran despegarse del pecado,
Esta pequeña experiencia me recordó la época de mi vida cuando luchaba contra las tentaciones y todo tipo de malos pensamientos. Yo también giraba sobre mi mismo y me hacia daño de tanto luchar; era incapaz de levantarme de mi miseria. Entonces pedi a Jesus que me salvara. El se inclino a mi, me tomo con su mano poderosa, me rescato de la muerte espiritual, perdonando mis pecados, y me introdujo en una nueva vida. Una vida eterna que continuara en los cielos con el. Ahora es mi corazón quien canta de gratitud, mi libertador es Jesus, el Hijo de Dios. Asi como la cigarra, muchos en el mundo están luchando con todas sus fuerzas, intentando levantarse de donde cayeron, pero por mas que giran desesperadamente sobre si mismos, no logran despegarse del pecado, de los vicios, de las tentaciones carnales, las pasiones desordenadas. Mas hay uno que fue tentado en todo pero sin pecado logro vencerlas; uno que te entiende y esta dispuesto hoy a ayudarte a ti. El apóstol Pablo en su carta a los Hebreos 4:15,16 en su deseo de explicar esto a los hermanos en Cristo dijo: “ Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado, acerquémonos pues, confiadamente la trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” Escuche por ahí: nadie se salva solo, y Eclesiastes 4:8 dice “Mejores son dos que uno porque tienen mejor paga de su trabajo, porque si cayeren, el uno levantara a su compañero; pero ¡ay del solo! Que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante.” Tal vez no tengas ese segundo que te tienda la mano para salir del pozo en el cual has caído, Jesus hoy te tiende la mano, no la rechaces.
“En la grava del jardín, un gran insecto se debatía sobre su espalda, girando desesperadamente sobre si mismo. Me acerque y vi que era una cigarra. La tomé con cuidado, le di la vuelta y la puse en mi otra mano, y, para mi gran sorpresa, volo inmediatamente para desaparecer entre los árboles. Sin duda el insecto había caído al suelo y era incapaz de darse vuelta por si mismo, pues sus grandes alas se lo impedían. Al tomarlo en mis manos le había ofrecido, sin saberlo, la posibilidad de salir de ese apuro. Acababa de arrancarla de la tierra, de la posible muerte en esa posición, para reintroducirla en el aire, el cielo, su ámbito. El grito estridente que emitio justo después me parecio una especie de agradecimiento o un himno de alabanza.