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venciendo el rencor

09/10


Si tuviese en mi corazón rencor hacia los demás. Sin importar la ofensa recibida, sea grande o insignificante; abro la puerta en mi interior para que entren otros espíritus peores…

Hay siete espíritus peores que el rencor: el resentimiento,
el odio, la envidia, la mala voluntad, la amargura, la venganza y la malicia.
Uno va llevando progresivamente al otro: el rencor me lleva a empezar a sentir las malas consecuencias
de una cosa (resentimiento);  éste me pone de mala voluntad para todo aun para olvidar o perdonar. La mala
voluntad provoca envidia de ver el
bien en los demás y no en uno propio. La envidia lleva a la malicia de imaginar y planear nuestra venganza y consumada ésta solo obtendré
amargura porque nada me conforma y
termino odiando a la persona.

 El rencor viene a
nuestras vidas por la falta de perdón. Jesucristo nos enseña en su palabra  que debemos dar de gracia lo que de gracia
recibimos. Si de gracia recibimos el perdón del Padre sin merecerlo, ¿cómo no
he de perdonar en la misma escala o magnitud en que fui perdonado? Lo que
muchos ignoran al respecto es  que hay un
gran beneficio  para nosotros mismos en
el perdón: que si yo perdono a mis semejantes sus ofensas, mi Padre celestial
también perdonará mis ofensas contra él (Mateo 6:14) Pero si yo NO perdono a
los hombres sus ofensas contra mi persona, consecuencias mucho mas serias que
las que pudiera imaginar caerán sobre mi: “tampoco vuestro Padre os perdonará
vuestras ofensas” (Mateo 6:15).

Amigo/a que lees estas reflexiones: si alguien te ha
ofendido o causado daño, sea de hecho o de palabra, PERDONA, porque Dios
también te perdonó, te perdona y te perdonará cada vez que falles y te
arrepientas; PERDONA, porque Jesús así lo ordena: “setenta veces siete”;
PERDONA,  porque siete espíritus peores
pueden venir y entrar por esa puerta abierta al pecado que dejaste abierta
(Lucas 11:26); PERDONA, y no esperes a que vengan a pedirte perdón si otros te
ofendieron y no tú, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. PERDONA, y
llénate de amor, porque Dios es el amor y solo 
él te enseñará a mirar como él nos mira, a amar y perdonar como lo hizo
con nosotros. Te bendigo.

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