La dignidad no se entrega: La reina Vasti
14/11
“El séptimo día, estando el corazón del rey alegre del vino, mandó…que trajesen a la reina Vasti a la presencia del rey, con la corona regia, para mostrar a los pueblos y a los príncipes su belleza; porque era hermosa. Mas la reina Vasti no quiso comparecer a la orden del rey enviada por medio de los eunucos; y el rey se enojó mucho, y se encendió en ira.” (Ester 1:10-12) Vasti fue la reina de Persia y esposa del rey Asuero. Cuando fue llamada para mostrarse ante los príncipes embriagados, ella se negó. Su negativa, mas que una rebeldía hacia su señor Rey, fue respeto por su valor. La orden que había recibido de su esposo el rey era humillante, ya que le pedía que se presentara ante un banquete de hombres borrachos (alegre en vino) para que todos pudieran admirar su belleza y mostrar su regia corona. Vasti estaba en un banquete también con sus doncellas y consideró que la petición era denigrante por lo que se negó a ser exhibida en esas circunstancias. Perdió la corona pero su integridad quedó intacta. La decisión de Vasti nos habla de su valor pues estuvo dispuesta a lidiar con las consecuencias que indudablemente vendrían por haber desobedecido a su rey. Hay decisiones que parecen pérdidas, pero son victorias ocultas. Vasti eligió perder posición para conservar propósito. El valor de una mujer no se mide por la corona que lleva, sino por los límites que defiende. El valor de una mujer no depende de la aprobación humana, sino de la verdad que guardamos en el alma. Una mujer no debe ser exhibida como objetos por nadie; tampoco debe ser dominada o tratada como una propiedad. Una mujer no debe inclinarse ante la presión humana, ni cambiar su esencia solo por aceptación humana. La dignidad no se suplica, se sostiene. “Mucho valor tiene la mujer virtuosa; su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas.” (Proverbios 31:10)
