Nunca hice nada malo
25/10
Un hombre se acercó al stand bíblico y mientras conversábamos le dije:- ¿Sabe usted que Dios perdona a todo el que confiesa sus pecados? -¡Nunca hice nada malo!, respondió. -¿Nunca ha mentido, robado, odiado, engañado? -¡Nunca! -¡Debe estar muy orgulloso de no haber pecado nunca! -¡Oh, si, muy orgulloso! -Pues ese es su primer pecado: el Orgullo. Mi interlocutor empezó a reírse. Sin embargo, el orgullo no es un pecado pequeño. Fue el pecado de satanás, el ángel de luz que se rebeló contra su creador y quizo ser “semejante al altísimo” y ser adorado como un dios: “¡Cómo caíste del cielo, oh lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tu que debilitabas a las naciones. Tu que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto,junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte. Sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo.” (Isaías14:12-14) Es difícil admitir que el orgullo sea un obstáculo insuperable para entrar en una relación con Dios. “Abominación es al Señor todo altivo de corazón.” (Proverbios 16:5) No obstante si reconocemos nuestro orgullo, Dios nos perdona. Quiere ayudarnos a comprender nuestro problema fundamental: “No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios.” (Romanos 3:10-11)La palabra nos enseña de qué manera Dios nos concede el perdón: “el da gracia a los humildes” “Por gracia sois salvos por medio de la fe…es don de Dios.” (Efesios 2:8) El orgullo lleva a la soberbia y sabemos que “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes”. Y lo contrario al orgullo es la humildad, por lo cual la palabra nos enseña: “Someteos pues a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Humillaos delante del Señor, y el os exaltará.” Santiago 4:6-8,10)
