Parábola de la fiesta de bodas
11/09
Mateo 22:1-14 “El reino de los cielos es semejante a un rey que hizo fiesta de bodas a su hijo; y envió a sus siervos a llamar a los convidados a las bodas; mas éstos no quisieron venir. Volvió a enviar a otros siervos, diciendo…todo esta dispuesto….mas ellos, sin hacer caso se fueron…a sus negocios. Al oírlo el rey se enojó…y dijo a sus siervos: Las bodas a la verdad están preparadas…Id, pues, a las salidas de los caminos y llamad a las bodas a cuantos halléis. Y saliendo los siervos por los caminos…hallaron juntamente malos y buenos y las bodas fueron llenas de convidados. Y entró el rey…y vió a un hombre que no estaba vestido de boda y le dijo: amigo, ¿Cómo entraste aquí sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció. Entonces el rey dijo …atadle de pies y manos y echadle en las tinieblas de afuera...”
¿Por qué un invitado fue echado fuera de una boda real, solo por no llevar un vestido? Esta parábola si bien parece dura, en el lenguaje y cultura original tiene un significado. En las bodas judías del siglo I , el rey o anfitrión proveía de un manto especial para todos sus invitados. Era un símbolo de amor y respeto, rechazarlo era una ofensa al rey mismo. El hombre que entró sin ese manto, no es alguien pobre que no puedo comprar ropa, sino alguien que despreció deliberadamente la gracia ofrecida. En griego, el texto dice que el invitado quedó “Fimóo” literalmente: “amordazado sin palabras”. Su silencio muestra que no tenía excusa ante el rey. El banquete es el Reino de Dios, el vestido es la justicia y la gracia que el rey mismo ofrece. El invitado sin vestido representa a quienes quieren entrar al reino sin transformación, sin aceptar la gracia que se les dá. No es castigo arbitrario, es la consecuencia de rechazar el regalo real. La parábola enseña que Dios extiende la invitación al Reino de los cielos a todos, pero aquellos que son llamados deben estar preparados espiritualmente con un corazón y mente entregados a el (vestidos de boda) para recibir la salvación y el perdón.
Jesús no habla de ropas sino de corazón y el vestido es la gracia que Dios te dá, pero depende de ti vestirte de ella o rechazarla.