Cómo aprendemos
28/08
Hay dos formas de aprender en la vida: a los golpes, y a los golpes de otros. Si ves a una persona bajar de la montaña, toda lastimada, llena de sangre y te dice: por ahí no hay camino…¿Qué haces? ¿Subes igual o no? Hay gente que no importa cuanto le adviertas acerca de los peligros del camino que va a tomar, igualmente decide ir por ese camino. Muchos suben a pesar de todo por esa montaña, luego bajan todos lastimados y sin dientes solo para decir: ¡Ay si, no hay camino! Si la historia de Japón les ha llevado a concluir a todos sus ciudadanos en que no hay salida en la violencia, es porque no hay salida en la violencia ni en la guerra. ¿Para que repetir la historia si podemos aprender de la experiencia de los demás? En la actualidad, en cambio, la sociedad te impulsa a que cometas tus propios errores, a que tomes tus propias decisiones independientemente de lo que te puedan aconsejar. Que errando se aprende, y equivocándose es como uno crece; y en parte es verdad, pero nadie te habla de tiempos perdidos, de consecuencias que se arrastran, de heridas innecesarias.
La palabra de Dios nos enseña en el libro de proverbios 11:14 que “Cuando faltan los consejos, el pueblo cae; mas en la multitud de consejeros hay seguridad” ¿Para que necesitamos un consejo si no es para no equivocarnos? Si lo que pretendemos en la vida es aprender de los errores de los demás, nos es necesario recibir y aceptar consejos de otros que ya pasaron por esos caminos. Aquella persona que dice no necesitar consejo es un necio, tal como leemos en Proverbios 12:15 “Los necios creen que su propio camino es el correcto, pero los sabios prestan atención a otros.” Podemos hacer como hoy dicen todos: aprender de nuestros propios errores, pero es posible que salgamos lastimados, que perdamos tiempo, que lastimemos a otros; o podemos pedir consejos a gente experimentada en lo que necesitamos saber para no equivocarnos. Y si nuestro consejo viene de Dios mismo, de seguro no fallaremos. Solo en Dios estaremos seguros.
