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Nunca menosprecies lo pequeño

07/07


En medio de un calor insoportable, un sabio caminaba con su joven discípulo. De pronto se detuvo y le dijo: ¡Recoge esa herradura del suelo! El discípulo molesto por el intenso calor le contesto: -Maestro, ¿Para que?¡ Eso no vale nada!  El sabio no dijo una sola palabra, en cambio, se agachó él mismo, tomó la herradura y la guardó entre sus cosas en silencio. Mas adelante se cruzaron con un herrero a quien el sabio vendió la herradura por unas pocas monedas. Siguieron caminando y mas adelante se detuvieron  en un pequeño puesto de frutas. Con ese dinero el sabio compró unas cerezas y comenzó a comerlas una a una refrescándose con su jugo. El discípulo aun sediento y agotado por el calor que no menguaba, seguía al maestro en el camino mirando a su maestro como comía cereza tras cereza. El joven estaba avergonzado y no se atrevía a pedir. Entonces el sabio comenzó a dejar caer una a una cerezas al suelo y el discípulo sin dudarlo se agachaba a recogerlas. Cuando terminaron, el sabio le dijo: ¿Ves hijo? Por no inclinarte una sola vez, tuviste que hacerlo muchas veces

Nunca despreciemos lo pequeño, los pequeños gestos, las pequeñas acciones, lo que parece insignificante. Puede esconderse una gran bendición detrás de ellos si nos atrevemos a simplemente ser obedientes a un sentir, una orden . La vida te pondrá “herraduras” en el camino, depende de ti verlas como basura, o como el comienzo de algo valioso

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