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La Fe y las Obras

11/09


Fe y obras deben ir de la mano. La fe sin obras es muerta, dice en su carta el apostol Santiago y lo explica claramente con esta exhortación: muéstrame tu fe sin tus obras y yo te mostraré mi fe por mis obras...

“Hermanos míos, ¿De qué aprovechará si alguno tiene fe, y no
tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y si un hermano o una hermana están
desnudos, y tienen necesidad del 
mantenimiento de cada dia, y alguno de vosotros le dice: Id en paz, calentaos
y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de
qué aprovecha?. Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en si misma.”
Santiago 2: 14-17 Sabemos que la fe es la “certeza de lo que se espera y es la
convicción de lo que no se ve”; pero esta debe ir acompañada por obras, actos
que demuestren mi fe. Puedo tener fe de que Dios puede quitar nódulos, quistes
de una persona pero si no hago los análisis correspondientes que verifiquen tal
sanidad ¿cómo demuestro mi fe de que fueron extirpados por Dios?  Puedo tener fe de que conseguiré un  muy buen trabajo bien remunerado y con pocas
horas diarias, pero si no salgo en el nombre de Jesús a buscarlo, éste no
vendrá a mi por si solo. Debo hacer algo al respecto cuando soy motivado por la
fe sobre algo difícil o imposible; Dios premia al que cree sin ver aun, la fe
es la que mueve la mano de Dios a nuestro favor para alcanzar lo imposible.

Cierta vez un hombre, teniendo que atravesar uno de los
lagos de Escocia, se embarcó en uno de los botes destinados a tal fin. En el
momento en que el barquero comenzó a remar hacia la margen opuesta, notó que
uno de los remos tenía grabada la palabra “fe” y el otro la palabra “obras”

Preguntó curiosamente al barquero lo que significaba aquello,
a lo que el viejo marinero no contestó, sino que tomando el remo que tenía la
palabra “obras” remó con fuerza. El resultado fue que el bote no hacia mas que
dar vueltas. Dejando este remo, tomó el que tenía la palabra “fe”, y remando
fuertemente como hizo con el otro, dio el mismo resultado. El hombre que
procede así en su vida  cristiana tendrá
confusión y poco poder en ella.

Finalmente tomando ambos remos: la “fe” y “las obras”
comenzó a remar e inmediatamente el bote movido por aquellas fuerzas, atravesó
el lago, llegando con marcha rápida al puerto de su destino.

La fe debe ir acompañada de obras, porque las obras son el
fruto de la fe.



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